03 mayo 2023

“Monté una startup para tener un impacto positivo en la sociedad” Dimas Cuesta – Emprendedores

General, Prensa -

Gema Alcaraz

HISTORIA DE UN EMPRENDEDOR CONTADA EN PRIMERA PERSONA. Dimas Cuesta. Emprendedor desde los 26 años, es fundador y co-CEO de in99, la civictech que da acceso a la justicia a todas las personas y pymes a través de un servicio online sencillo, cómodo, asequible.

Además de emprendedor, tiene más de 10 años de trayectoria como inversor apoyando a startups tecnológicas como: JobandTalent, WaystoCap y Playtomic, entre otras.

A mis 26 años logré convertirme en uno de los 15 socios de un despacho tradicional de renombre, que contaba con 150 empleados y múltiples oficinas repartidas por el país. Compartía la mesa con grandes profesionales y magistrados en excedencia, estaba cómodo económicamente y bien valorado dentro de la compañía. Se podría decir que, a mi corta edad, ya tenía todo lo que se esperaba de mi desde que acabé la carrera. Pero con el tiempo, comencé a cuestionar el impacto real de mi trabajo y fue creciendo en mí una profunda insatisfacción profesional y personal.

Como la mayor parte de la industria legal, nuestra labor se concentraba en ayudar al 1% de personas y empresas con más recursos técnicos y económicos. Mi aportación al mundo consistía, entre otras cosas, en ayudar a pagar menos impuestos a quién más tiene. Este trabajo no tenía nada de malo, pero no me permitía conectar con un propósito que fuera realmente importante para mí.  En mi mente siempre estaba presente ese 99% restante que no tiene acceso a los servicios profesionales para defender sus derechos por ser un servicio que suele ser demasiado caro, complejo e inconveniente o que, directamente, en la mayoría de las ocasiones ni siquiera somos conscientes de cuáles son nuestros derechos

A esta incesante inquietud, se sumaba que, al trabajar en el sector legal, resulta casi imposible encontrar un equilibrio entre la rutina laboral y familiar. No sorprendo a nadie al afirmar que esta industria tiene una de las peores conciliaciones porque es altamente competitiva. Los clientes esperan que estés disponible las 24 horas al día, los siete días a la semana. Llegó un punto en el que no veía mi futuro sin poder disfrutar de tiempo de calidad con mi familia, una sensación que se exacerbó aún más cuando nació mi primer hijo.

Empecé a imaginar cómo sería mi trabajo ideal: uno que me permitiera tener mayor libertad y autonomía para poder conciliar; que tuviera un impacto positivo al servir de motor de cambio en nuestra sociedad; fuera escalable y ayudase a esa inmensa mayoría de personas y empresas que quedaban excluidas de la Justicia y el acceso a los servicios profesionales de calidad. Todo ello con un equipo unido que trabajase por un mismo objetivo.

Estaba convencido de que en la intersección entre tecnología y derecho existían grandes oportunidades para crear modelos disruptivos que podrían mejorar nuestro sistema socio económico y ofrecer una alternativa a los servicios profesionales tradicionales. La industria legal había cambiado más en 20 años que en los últimos quinientos y tenía la convicción de que seguiría transformándose a un ritmo exponencial.

Por poner un ejemplo, en el año 1996, el abogado Richard Susskind creó un cisma tras avanzar en su libro ‘The Future of Law’ que los clientes y abogados se comunicarían vía mail en un futuro. Algo que en la actualidad está completamente integrado y normalizado, en ese momento, se veía como un disparate.

No era de extrañar que para la industria fuera difícil pensar en el legaltech como el futuro de los servicios profesionales. La idea de que un cliente contratase servicios por internet, sin interacción humana, ni se contemplaba. Yo seguía viendo un alto potencial en este ámbito y el hecho de leer a Susskind y otros autores no hizo más que confirmar que se avecinaban grandes cambios.

El miedo a la incertidumbre

Decidí salir de lo prestablecido y en 2013 me animé a dar el salto, aún compaginando el emprendimiento con mi trabajo dentro de los servicios tradicionales. Este mismo año, nació lo que hoy se conoce como in99. En un primer momento ofrecíamos documentos legales hechos a medida. Creamos una tecnología en la que, a través de una serie de preguntas, se redactaban documentos personalizados para cada cliente que se podían firmar de forma digital. La idea desde el principio era proporcionar una solución 100% digital para maximizar el alcance de nuestros servicios.

Esta innovación no obtuvo la tracción que esperábamos. Las razones pueden ser varias: o bien la sacamos demasiado temprano para el mercado o no supimos implementarla correctamente. En cualquier caso, era un producto que funcionaba maravillosamente en otros países como Estados Unidos, pero no dio resultados aquí en España.

A lo largo de todo este proceso me encontré con un enorme problema: trabajar frente a frente con la incertidumbre. Esto suponía un cambio de paradigma para mí porque los abogados hemos sido formados para evitar riesgos, no cometer errores y tener constantemente todo bajo control. En mi familia, todos eran funcionarios judiciales y aunque desde temprana edad me fascinó el mundo de las startups, precisamente ese contexto tan aversivo al riesgo y la falta de referencias me hacía pensar que emprender era tan difícil e inalcanzable cómo ser un jugador profesional de la NBA.

Recuerdo que con 17 años me lancé a innovar con pequeños proyectos que compaginaba con los estudios. Me di cuenta de que era perfectamente posible convertirme en aquello que tanto admiraba. Estudié Derecho con la idea de opositar y seguir el camino que ya conocía, pero con la idea rondando en la cabeza de que podía tener éxito en el sector emprendiendo.

No negaré que conseguir sentirme cómodo en el manejo de esta incertidumbre fue un camino doloroso, pero también muy gratificante. Este cambio constituyó la mayor expansión de mi zona de confort como profesional y persona. Pero también me ayudó a aprender grandes lecciones sobre cómo manejar una startup.

Entendí que entrar en el mundo de la innovación supone compartir la premisa de que para construir algo disruptivo tienes que equivocarte hasta dar con el producto o modelo adecuado. Los errores siempre van a ocurrir y lo mejor que te puede pasar es que sucedan cuanto antes para generar conocimiento validado empíricamente. La clave está en encontrar el equilibrio entre fomentar una cultura de fallo al mismo tiempo que intentar asegurar la supervivencia de una compañía.

El equipo: modelo de empresa distribuida

Para sacar adelante un proyecto hay que poner en valor a tu equipo, saber escuchar sus necesidades e implementarlas en el área de trabajo. Soy un firme defensor de que la competitividad y la calidad en los resultados son perfectamente compatibles con una vida personal plena. Un buen ejemplo de modelo de trabajo es el de empresa distribuida porque, al no existir un espacio físico y determinado en el que trabajar, los empleados son capaces de lograr una conciliación real.

Esta idea de implantar el mejor modelo de empresa viene, sobre todo, de la premisa de que es necesario ponerse en la piel de todas las partes. Es decir, en el papel de los trabajadores, en el papel de la dirección y, también, en el papel del inversor. Esto último supone una ventaja porque el hecho de conocer cómo se desarrolla el mundo de la inversión es beneficioso a la hora de establecer las estrategias que impulsen a la startup. Ayuda a entender cuáles son las principales preocupaciones y prioridades de un inversor a la hora de analizar una oportunidad.

El emprendedor y el inversor

Existen muchas sinergias entre el papel del emprendedor y el de inversor, de hecho, ambas se retroalimentan. Actualmente tengo el foco en invertir en productos de tecnología aplicados al mundo de los servicios profesionales porque entiendo que es donde mi experiencia y conocimientos son más relevantes para sus fundadores. De ahí surge el componente de la retroalimentación porque al haber emprendido soy capaz de entender cómo funciona una compañía desde dentro y no me asustan las típicas cosas que asustarían a un analista de inversión sin esa experiencia.

El analista de un venture capital sin ese bagaje está acostumbrado a ver imágenes “mejoradas” de las compañías que analizan y acaban adquiriendo una imagen algo distorsionada de lo que es la realidad empresarial. Ambos roles además comparten la misma sensación de gratificación ya que, cuando consiguen triunfar y poner en marcha el proyecto, todos son parte del propósito, del porqué se ha llevado a cabo el negocio y el beneficio social que se espera de él. Aunque bien es cierto que el emprendedor siempre llevará sobre sus hombros la máxima responsabilidad de la organización. Él será el encargado de responder ante el equipo, los clientes y los inversores.

El aspecto interpersonal es para mí la dimensión más compleja del emprendimiento. Por ejemplo, tener una buena idea de negocio y fijar objetivos ambiciosos es sencillo, tener que despedir a personas si no se consiguen, es más difícil. De igual modo, diseñar un diagrama organizativo es mucho menos complejo que conseguir que las personas se comuniquen de manera efectiva dentro de ese marco de trabajo.

Por otro lado, tener sobre tus hombros la máxima responsabilidad de una organización, la incertidumbre y la falta de control sobre todos los factores que afectan a tu negocio puede llegar a afectar tu salud mental si no desarrollas las habilidades básicas para poder lidiar con este tipo de presión.

No siento que esté en disposición de dar consejos generales a otros emprendedores, pero comparto la visión de Ben Horowitz: “Cuida de las personas, los productos y los beneficios, en ese orden”. Se trata de un ciclo en el que, si el orden de alguna de los factores cambia o una de ellas falta, todo el proyecto se va al garete.

No es mi intención ponerme de ejemplo de nada ni contar que emprender es un camino de rosas. Decidir emprender requiere conocerse muy bien a uno mismo, nuestras capacidades y nuestras limitaciones. Levantarse sudando en medio de la noche preocupado por algún aspecto del negocio es algo normal en algún momento del viaje de una startup. Pero a pesar de todas las dificultades y de no tener ninguna garantía de éxito, el hecho de saber que estás ayudando a dejar un mundo mejor, hace que cada esfuerzo merezca la pena.

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